Y han pasado los años y los emblemas siguen
intactos, siguen la sangre más roja, el cielo más azul, siguen los cánticos,
ardientes y coléricos por ser escuchados, por imponer fehacientemente la
vigencia de la memoria. De mantener vivos episodios, que aunque traten de
taparlos con bellos discursos pregonando el olvido, abren puertas a la
esperanza, de que aunque el mundo sea adverso, alguna vez todo pueda
concretarse. Y así armonizar este espacio mundano, instantáneo, plástico y
vacío.
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