Feliz aquel que
tiene todo claro desde que nació y siempre supo que quiso ser ingeniero,
abogado o doctor.
Feliz aquel, que es
capaz de abandonar el nido y partir solo en busca del destino, sin importarle
la plata, ni mantener el estatus que alguna vez lo albergó.
Feliz aquel que
vive sin sentir algún recelo por Adam Smith y sus añejas teorías que siguen
vigentes, como si realmente Fukuyama tuviera razón; y lo avalan sin dudar ni
cuestionar.
Feliz aquel que
repetirá la historia sucesiva de descendencia, en lo apacible de un calido
hogar y una estable familia.
Feliz aquel que no
se estresa y vive tranquilo, omitiendo las desgraciadas (e inocuas)
adversidades cotidianas.
Feliz aquel que no
llora, no grita, no se desespera, ni odia de vez en cuando.
Feliz aquel que ama
el estudio y realmente siente plenitud al adquirir conocimientos desde lo
ininteligible de un libro.
Feliz aquel que va
a misa los domingos y siente que realmente irá al reino de los cielos, y mejor
aún, el que cree que la caridad es la mejor compra de indulgencias.
Feliz aquel que no
se preocupa de su estado y tan solo se dedica a vivir, vivir, morir, revivir y
seguir viviendo.
Feliz aquel que
sigue la corriente, el que no se impone, el que no se quema.
Feliz aquel que
logró convertirse, de una, en el señor aburrido, trabajólico y EXITOSO.
Feliz aquel que
defiende la estabilidad económica y el reforzamiento del sistema, sin develar
la sangre y la mentira que hubo detrás.
Feliz aquel que
cree todo lo que dice El Mercurio y ambos consorcios periodísticos actuales.
Feliz aquel que
vaya al cielo y se lamente de los otros, de aquellos que no son tan homogéneos
y prefieren los errores a la perfección, el descarrilarse de vez en cuando y el maldecir sin tregua a cualquier cosa que se cruce por tu camino.
So what?...nada…
00.57 y no concilio
el sueño.
Buenas noches!
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