martes, 14 de mayo de 2013

Beatus Ille


Feliz aquel que tiene todo claro desde que nació y siempre supo que quiso ser ingeniero, abogado o doctor.
Feliz aquel, que es capaz de abandonar el nido y partir solo en busca del destino, sin importarle la plata, ni mantener el estatus que alguna vez lo albergó.
Feliz aquel que vive sin sentir algún recelo por Adam Smith y sus añejas teorías que siguen vigentes, como si realmente Fukuyama tuviera razón; y lo avalan sin dudar ni cuestionar.
Feliz aquel que repetirá la historia sucesiva de descendencia, en lo apacible de un calido hogar y una estable familia.
Feliz aquel que no se estresa y vive tranquilo, omitiendo las desgraciadas (e inocuas) adversidades cotidianas.
Feliz aquel que no llora, no grita, no se desespera, ni odia de vez en cuando.
Feliz aquel que ama el estudio y realmente siente plenitud al adquirir conocimientos desde lo ininteligible de un libro.
Feliz aquel que va a misa los domingos y siente que realmente irá al reino de los cielos, y mejor aún, el que cree que la caridad es la mejor compra de indulgencias.
Feliz aquel que no se preocupa de su estado y tan solo se dedica a vivir, vivir, morir, revivir y seguir viviendo.
Feliz aquel que sigue la corriente, el que no se impone, el que no se quema.
Feliz aquel que logró convertirse, de una, en el señor aburrido, trabajólico y EXITOSO.
Feliz aquel que defiende la estabilidad económica y el reforzamiento del sistema, sin develar la sangre y la mentira que hubo detrás.
Feliz aquel que cree todo lo que dice El Mercurio y ambos consorcios periodísticos actuales.
Feliz aquel que vaya al cielo y se lamente de los otros, de aquellos que no son tan homogéneos y prefieren los errores a la perfección, el descarrilarse de vez en cuando y el maldecir sin tregua a cualquier cosa que se cruce por tu camino.

So what?...nada…
00.57 y no concilio el sueño.

Buenas noches!

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