Nunca pensé que tu partida dolería tanto, quisiera
poder tenerte al frente y decirte tantas cosas…conversar de la vida, escuchar
tus historias, tus creencias, tus valores más preciados, tus sentimientos de
logro, frustraciones, cuentos de juventud, amores… (Claramente nos debemos una
conversación)
Ay weli, siento que te debí tantos abrazos, tanto
cariño de piel que no supe entregarte; y ese último día, sentadita en tu silla
de ruedas en el patio de la casa, moviendo tu manta de un lado a otro, pensando
quizás en qué cosas y en qué mundo habitando. Y es que ahora me arrepiento de
tantos besos y abrazos que no supe expresarte y que de seguro te hubieran hecho
tan feliz.
Sé que las palabras no son todo y que existen otras
formas de comunicación y percepciones más profundas que algún día
descubriremos; pero quiero que sepas ahora, que desde lo más profundo de mí, lo
primero que siento cuando te recuerdo es AGRADECIMIENTO. Un gracias infinito
por haber pasado una gran parte de mi infancia contigo. Contigo y con el tata,
en la casa de Víctor Manuel, yendo al matadero con tu carricoche lleno de
frutas y comida, mientras yo iba aferrada a tu mano, y con la otra cargaba a la
Lola, la muñeca mulata que alguna vez fue de mi mamá.
Me acuerdo de los fines de semana, con sábados gigantes
en la tele, también de tarros de manjar comidos a cucharadas juntas. Las
cazuelas que sagradamente le cocinabas al tata. Los regalos de cumpleaños con
su correspondiente tarjetita de saludo, todas las Navidades que pasamos juntos
como familia.
También cuando acompañaste a mi mamá cuando el Ivancito
llegó a nuestro hogar, y ella se tuvo que operar, y tú, te preocupaste de
cuidarnos y asegurarte de que todo anduviera en orden.
Todos los llamados de teléfono, semanalmente, para
saber con regularidad “cómo estábamos todos” y te alegrabas tanto de escuchar
un “todos bien, weli”.
Otros recuerdos que se me vienen a la memoria, son
cuando con mi hermano Esteban te molestábamos poniendo el servicio de la mesa
en forma de cruz para que nos dijeras “canutos”.
También, te recuerdo por tu afán de decir hasta el
último tiempo tu orgullo por ser telegrafista, y hasta hace poco nos hacías
demostraciones de tus conocimientos.
Otra anécdota, fue cuando fuimos a México, con el
propósito de que al fin conocieras a los charros que tanto te gustaban y te
perdiste entre los gringos, a quienes les contabas que tenías “tri nietecitos”;
aludiendo a la cantidad de nietos que éramos en ese entonces.
Abuelita, quizás al final, me costó un mundo comprender
todo el revoltijo de emociones que te embargaron; nunca más pude penetrar aquel
ensimismamiento que te envolvió luego de la partida del tata el año 95, y de la
cual jamás te recuperaste.
Pero no importa, me quedo con todo lo bueno y
agradable, o sea, con la weli malcriadora, fanática de los dulces, de la coca
cola y la Fanta, la weli que desde hace tiempo nos decía que volvió a ser niña,
la weli que se caía en caso todos los lados donde íbamos, la weli preocupadísima
de sus nietos, la weli coqueta y cartuchona que sale bien en todas las fotos,
aquella Michel, incondicional de su rol de abuela.
Me quedo con todo eso y mucho más, y te deseo desde el
fondo de mi corazón y sinceridad, que después de 16 años de viudez (y quizás
con tantas ganas de huir con tu viejito pronto), que esta etapa que empiezan
juntos, otra vez, sea plena y armónica.
Gracias, porque nos tocó vivir este árbol familiar
juntos, y ya iremos develando el para qué de tantas cosas. Gracias porque sin
ti, ni uds. juntos, nadie de acá, sería lo que es en este momento, para bien y
para mal, gracias por todo.
Cuídense y ámense sin reparos, nosotros desde aquí les
deseamos un buen viaje weli y tata, los queremos todos mucho.
Un abrazo fraterno,
P.

Hermosa palabras
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