miércoles, 15 de mayo de 2013

Despedida en tu funeral querida Abuela

Querida abuelita Michel o Weli:

Nunca pensé que tu partida dolería tanto, quisiera poder tenerte al frente y decirte tantas cosas…conversar de la vida, escuchar tus historias, tus creencias, tus valores más preciados, tus sentimientos de logro, frustraciones, cuentos de juventud, amores… (Claramente nos debemos una conversación)

Ay weli, siento que te debí tantos abrazos, tanto cariño de piel que no supe entregarte; y ese último día, sentadita en tu silla de ruedas en el patio de la casa, moviendo tu manta de un lado a otro, pensando quizás en qué cosas y en qué mundo habitando. Y es que ahora me arrepiento de tantos besos y abrazos que no supe expresarte y que de seguro te hubieran hecho tan feliz.

Sé que las palabras no son todo y que existen otras formas de comunicación y percepciones más profundas que algún día descubriremos; pero quiero que sepas ahora, que desde lo más profundo de mí, lo primero que siento cuando te recuerdo es AGRADECIMIENTO. Un gracias infinito por haber pasado una gran parte de mi infancia contigo. Contigo y con el tata, en la casa de Víctor Manuel, yendo al matadero con tu carricoche lleno de frutas y comida, mientras yo iba aferrada a tu mano, y con la otra cargaba a la Lola, la muñeca mulata que alguna vez fue de mi mamá.

Me acuerdo de los fines de semana, con sábados gigantes en la tele, también de tarros de manjar comidos a cucharadas juntas. Las cazuelas que sagradamente le cocinabas al tata. Los regalos de cumpleaños con su correspondiente tarjetita de saludo, todas las Navidades que pasamos juntos como familia.

También cuando acompañaste a mi mamá cuando el Ivancito llegó a nuestro hogar, y ella se tuvo que operar, y tú, te preocupaste de cuidarnos y asegurarte de que todo anduviera en orden.

Todos los llamados de teléfono, semanalmente, para saber con regularidad “cómo estábamos todos” y te alegrabas tanto de escuchar un “todos bien, weli”.

Otros recuerdos que se me vienen a la memoria, son cuando con mi hermano Esteban te molestábamos poniendo el servicio de la mesa en forma de cruz para que nos dijeras “canutos”.

También, te recuerdo por tu afán de decir hasta el último tiempo tu orgullo por ser telegrafista, y hasta hace poco nos hacías demostraciones de tus conocimientos.

Otra anécdota, fue cuando fuimos a México, con el propósito de que al fin conocieras a los charros que tanto te gustaban y te perdiste entre los gringos, a quienes les contabas que tenías “tri nietecitos”; aludiendo a la cantidad de nietos que éramos en ese entonces.

Abuelita, quizás al final, me costó un mundo comprender todo el revoltijo de emociones que te embargaron; nunca más pude penetrar aquel ensimismamiento que te envolvió luego de la partida del tata el año 95, y de la cual jamás te recuperaste.

Pero no importa, me quedo con todo lo bueno y agradable, o sea, con la weli malcriadora, fanática de los dulces, de la coca cola y la Fanta, la weli que desde hace tiempo nos decía que volvió a ser niña, la weli que se caía en caso todos los lados donde íbamos, la weli preocupadísima de sus nietos, la weli coqueta y cartuchona que sale bien en todas las fotos, aquella Michel, incondicional de su rol de abuela.

Me quedo con todo eso y mucho más, y te deseo desde el fondo de mi corazón y sinceridad, que después de 16 años de viudez (y quizás con tantas ganas de huir con tu viejito pronto), que esta etapa que empiezan juntos, otra vez, sea plena y armónica.

Gracias, porque nos tocó vivir este árbol familiar juntos, y ya iremos develando el para qué de tantas cosas. Gracias porque sin ti, ni uds. juntos, nadie de acá, sería lo que es en este momento, para bien y para mal, gracias por todo.

Cuídense y ámense sin reparos, nosotros desde aquí les deseamos un buen viaje weli y tata, los queremos todos mucho.

 Un abrazo fraterno,

P.




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