sábado, 7 de noviembre de 2015

te quiero a tí

te quiero a tí, aunque te hagas el ingenuo y desentendido. Te quiero, sin causa alguna, solo porque dejé que el sentimiento me inundara, no pude resistirme. Me dejé llevar, me dejé acariciar por tus besos y esa reverberación agitada que emanó de tus labios mientras me besabas. Me dejé encantar por nuestros espasmos amorosos, por esas breves caricaturas que nos envolvieron acerca del romance. Me entregué al destino, a esa extraña fuerza que nos juntó una noche incómoda, en la que necesitaba huir de mi centro. Me dejé caer en tus brazos, en tu pecho dormido, una noche en que no pretendí nada más que sentirme menos sola a tu lado. Apoyada en tus hombros, arrollada en el ir y venir de tu respiración y tu sueño, me imaginé permaneciendo a tu lado, todos los atardeceres que fueran necesarios. Dispuesta a encontrarnos, a saludarte con una amplia y genuina sonrisa, a compartir tantos nuevos momentos, a dejarme seducir por tu coquetería y tu seriedad intermitente. A tus manos adornando mi pelo. A tu cuerpo entrelazado al mío y tu desnudez expuesta a una nueva oportunidad de desearnos sin pudor. Al incontenible reflejo que me llevó a morderte los labios, a tomarnos de la cintura y apretarnos con acalorada pasión. Al racimo de alegría que me daba saber que estarías esperándome en alguna esquina y la amalgama de imágenes y sensaciones revueltas que la antecedían. Esos besos apretados, largos, que encajaban perfectamente; tan acompasados y llenos. La calidez de tu lado infantil, tu cuerpo en solitario imaginando nada, las veces que te ensimismabas, el saberte a mi lado de copiloto o la seguridad que me daba saber que ibas dirigiendo la situación. Tantas cosas en tan poco tiempo, tanto cariño y tanta pasión a raudales, tantas buenas vivencias, tanto, tanto...

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