viernes, 28 de agosto de 2015

el último encuentro

gracias por pedirme perdón y ofrecerme descanso en tu pecho. Gracias por mostrar tu vulnerabilidad frente a mí y darme el derecho a rechazar tu oferta de un nuevo comienzo. Gracias por dejarme decidir ser feliz y llevarme, solo, un buen recuerdo. Gracias por ayudarme a sanar, a darme razones para entender mi síntoma. Por cobijarme y darle el favor a mis lágrimas por última vez. Gracias por dejarme ser tú y conocerte desde dentro, por dejarme penetrar en tu alma y mirar desde un nuevo punto de vista. Sin mi redención ciega y tu fuerza desequilibrante que nos seguía atando, ahora, con toda liviandad, alegría y desenfado, me propongo seguir avanzando. Te llevo con amor y gratitud, te llevo con seguridad y alegría. Te llevo y no necesito que tú me lleves para sentirme plena, pero gracias de todas maneras. 

fraternidad

definir lo que es, desde la experiencia, me llevó a caminar una cuadra, ofreciendo mi brazo y mi cuerpo para que avanzáramos juntos, de manera segura, hacia tu destino. Fue esa breve conversación, con inicio, desarrollo y fin. Fue la adaptación leve de mi tiempo y mi dirección a la prestación de ayuda hacia un otro, hacia esa alteridad total, sin nombre, apellido ni subjetividad. Fue la oferta desinteresada, profunda y genuina del valor empático. Fue ese encuentro callejero, tan casual, que llenó mi alma, que le dio calidad a mi caminata habitual, sin distinción. Pasos y palabras superficiales, pero con confianza y agradecimiento mutuo. Esas palabras lanzadas al viento y al entorno, de tantos buenos deseos y emociones vitales que perduren en nuestras vidas y andar. Gracias por darme esta oportunidad de aprender, conocer, pensar, reflexionar y sonreír; gracias por tu sensibilidad y armonía, gracias por enseñarme a ver la vida desde una nueva arista.

miércoles, 19 de agosto de 2015

hoy

presiento que algo se acerca, el choque inminente de alguna novedad. Lo siento desde el fondo de mis entrañas, desde la nublada lucidez de mi razón y del palpitante corazón que me cobija. Algo se avecina, algo que he estado esperando, mi merecida recompensa, mi descanso necesario, el porqué de tanto trabajo y sudor derramados. No sé qué forma tiene y desconozco la naturaleza de sí, pero lo ansío, lo he anhelado y hoy me siento preparada para darle cabida a esa corazonada. Viene viajando, viene directo a mi encuentro. Estoy nerviosa, pero contenta, un poco agitada por dentro. Me prometo saber darle la bienvenida que requiere, desde hoy me he propuesto trabajar y pulir los últimos detalles. Por cada paso que daré, buscaré el prisma invisible, le daré cabida. Si antes creía que todo iba hacia "allá", me afanaré en reconocer, que ya no es necesario que sigan su curso "normal", me daré la labor de encontrarles un nuevo cauce y comenzaré a moverme por rutas desconocidas que me amplíen la visión y dejen de encasillarme en patrones añejos. Dominaré con vehemencia y alegría, ese rasgo que me hace brillar, le daré cabida a todos mis propios componentes, me dejaré llevar. Invitaré a bailar a los libros y haré de las letras una danza genuina. Mi realidad será una, integrada, completa; derribaré el orden de los comportamientos que organizan comedidamente los paisajes de mi miopía. Soy una, en mí cabe todo lo posible, lo por descubrir, lo mucho que he hecho, sentido y vivido. Le dejaré abiertas las puertas de mi jardín a la lógica traicionera y me dejaré sentir, sentir, sentir, sentir...sentir y vivir, sentir desde lo más profundo, aceptando mis raudales, mi marcha intensa, mis emociones arrolladoras; desde ellas crearé mis canciones y les coronaré un sitial importante. Las gritaré al viento, las disfrutaré desde el alma, les daré cobijo y estabilidad. Hoy, prometo acariciarme y dejarme acariciar, hoy decido no tener barreras, decido mostrarme vulnerable, decido ser yo sin ninguna pretensión, decido encontrarme conmigo misma, desnuda y hermosa, decido querer mis defectos, agradecer el dolor, palpar la tristeza y saborear la alegría. Hoy, decido ser feliz.

martes, 18 de agosto de 2015

dejar atrás y empezar una vez más

dentro de mi cuerpo habita la fuerza de lo desconocido, la espera creciente de lo que no sé, la lucha con la tenacidad de un posible campo minado que rehuyo, el estallido abrumador de los gritos que he decidido callar, el llanto profundo y arrollador de las lágrimas reprimidas y el destello distante que brilla para alumbrar el porvenir; la totalidad, el infinito y mis confusas ganas de avanzar con vitalidad hacia el más allá.
Dentro de mis formas, me encuentro distante, irreconocible, borrosa e intermitentemente centelleante. He sido un faro para otros, un refugio para extraños, para antiguos conocidos que he decidido desechar. He sido ese lugar común para encuentros superficiales, para risas y besos furtivos. He sido ese cobijo necesario para retomar la marcha, esa zona de descanso, siempre dispuesta y presente para otros, ese paraje que alguien anheló llegar para aferrarse a mis posibilidades de amor ciego, sin condiciones. He sido tantas cosas y tantas personas para el mundo, la "disponibilidad" tendió a definir mi identidad y estuve encasillada dentro de sus márgenes, fui constante y obediente para jugar los roles que me pedía, aunque el corazón ardiera, siempre mantenía la candidez de mi papel en este juego. Lo hice por necesidad afectiva, por querer ser querida, por convertirme en alguien importante para el resto, para que nadie se olvidara de mi existencia, para recibir elogios, para que mi nombre resonara y para convertirme en un ser, supuestamente, significativo. Y fue así como, paradójicamente, me convertí en la esencia de mi nombre, en ese "pilar", fuerte e inamovible, fui el roble que se expuso al temporal, el que dio la cara por todos, el que se resecó -por decisión propia- y nadie lo notó, ese faro solitario y cansado al que nadie le preguntó de su subjetividad, el que aprendió a lamerse las heridas y a construir un pequeño mundo de ensueños interior. Poco a poco olvidada para el entorno y desterrada a su propia fantasía; ese bunker mental, en el que mi propia voz me bastó para encallar la angustia y el desamor. Y lo develé, lo observé desde afuera y me vi disociada, extraña de mí, de mi vida mental y mi cuerpo físico, ocultándome mis propios miedos para no sufrir, creyéndome sola y solamente capaz de autoacariciarme, despreciando el cariño ajeno y la preocupación de un otro. Despidiéndome antes de que me echaran, no dejándome mostrar, con tanta vulnerabilidad y fragilidad a cuestas, escondiéndola bajo un cuerpo indemne, desafiando los cambios con vehemencia y falso orgullo de mi condición basal tan frágil y negada, tan llena de abandono y vacío profundo. Cimenté un camino cargado de estrategias que solo me remitían a revivir las condiciones del origen, a la defensiva, ocultando el trasfondo, la pena, el cansancio; ocultándome de mí misma. Y ahora que lo observo, sé por qué lo hice, puedo ver con nitidez el porqué de tantas cosas, de mi forma particular de relacionarme, mi manera de reaccionar ante las despedidas, la tristeza profunda del adiós, el miedo implacable a la soledad...y ahora que lo destapé, he decidido derribar mis barreras, deconstruir con cariño las paredes que me abrazaron y protegieron, desalojarme de mi propio faro,  dejar atrás mi antigua piel que me acompañó tantos años. Hoy opto por dejar atrás con agradecimiento lo que fui, con coraje y decisión, he decidido iniciar un nuevo comienzo, con desenfado y alegría le digo adiós a esa mujer que hizo sus mejores esfuerzos, hoy ya no son suficientes y aún me quedan tantas nuevas posibilidades que develar.


(Fuente: https://thelandisours.wordpress.com/category/illes-balears/formentera/page/2/)

domingo, 16 de agosto de 2015

aunque no estés

te siento desdibujándote, allá, lejos. Te desvaneces y comienzas a ser etéreo, ya no puedo abordarte y pretender aferrarme a la solidez de tu voz ni tus manos. Tu recuerdo se desarma, se hace frío y se condensa; ya volviste a ser de todos. Te siento lejano, ajeno e indiferente, estúpidamente lógico e irónico; traicionando su propio interés. Te siento contraproducente, confuso, sé que has lanzado al azar y al olvido el destello de la unión invisible y temerosa que nos unió -ilusoriamente-. La calidez de tu voz se ha esfumado, la timidez de tu pronunciación es un tibio recuerdo de lo mucho que anhelé oírte (junto con la taquicardia previa que sentía al llamarte). Te extraño pero a la vez agradezco y acepto que hiciste volver a latir mi corazón, lo volviste a encajar, le diste vida, le diste la esperanza de creer en el devenir, en la compañía de un alguien significativo que me alegre los días con detalles cómplices de a dos. Te quiero y te llevo conmigo, pese a tu doble ausencia y tu muda despedida, no he dejado de pensarte y soñarte conmigo -antes de dormir, al levantarme, visualizándote de copiloto y llenándome los días con recuerdos inexactos y quizás algo adornados-. Como sea, imaginándote, estás y vuelves; y eso me basta para sonreír.

martes, 4 de agosto de 2015

añoro

añoro tu forma, tus ganas, tus besos, tus manos y tus intenciones conmigo. Añoro tu presencia, tu pecho ceñido al mío, tus manos entrelazadas y tu pasos sincronizados. Añoro mirarte de lado y saber que estás, tus ganas de permanecer, de sostenerme y abrazarme. Añoro tu aliento y tu respiración en mi boca, tu presencia constante -aunque breve-, saber que puedo apoyarme en tu espalda y que no quieres desapegarte de mi lado. Añoro las andanzas, las risas, las sonrisas intermitentes, las palabras compartidas, la agitación reverberante de nuestros cuerpos unidos, el calor que emanó de ahí y la ensoñación de permanecer infinitamente juntos. Añoro el color de tu voz, tu acento particular, tus gestos, tu forma de caminar, tu altura y tu fisonomía. Añoro tu calma, tu ecuanimidad, tu tiempo y pausas para responderme, tu buenas intenciones, tu manera de pedir disculpas. Añoro la atención propuesta para escucharme, añoro la forma en que me besas la frente y acaricias mi pelo, añoro poder apoyarme en tu hombro y que me prestes tu humanidad para descansar en ella. Añoro los detalles, la longitud de tus dedos y el color de tu piel. Añoro tu forma de nombrarme, las palabras que te definen, los gustos que compartiste y tus ansias de develarme. Añoro que estés -aunque no estés-, añoro que te atrevas una vez más y podamos fusionarnos en una pista de baile, en tu cama, en tus calles, en tu mundo. Añoro una añoranza, lo sé, pero no me importa, porque añorando se me hace más liviano respirar lejos de ti.