últimamente, me he perdido dentro de mis propios abismos y me trato de aferrar a las pocas consistencias que he encontrado ahí. Me afano por permanecer sometida a mis propias leyes, así, algunos días son intensos, enérgicos e incluso prometedores de ese porvenir que se ha comenzado a desdibujar. Luego,un rato después, me abruma el pensamiento de saber que este presente, ese ciclo del despertar, donde mantener un estado de vigilia, relativamente, prudente, me albergue para soltarme al vacío en la noche, es eternamente circular y no me reporta más que una repetición monótona de historias; cuentos, que, si bien son entretenidos de escuchar a un oído ajeno, no alcanzan a llenar la soledad en potencia de mi propia subjetividad; y ante la rendición, he optado por ocultar la espera de esa inminente promesa, con compañía fugaz e impermanente de cuerpos esquivos que duran la breve eternidad de un encuentro casual. Y esto se ha vuelto, nuevamente, rutina, un patrón casi necesario, que me saca del ahora y me lleva a otras latitudes con extraños y antiguos conocidos que se inmiscuyen un rato en mis cavidades, haciendo de la esperanza, un suplicio menos aterrador...
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