voy a documentar ese momento, escribiéndolo, quizás con la intención de hacerlo eterno. No planifiqué nada, para variar, me maquillé rápidamente en la luz roja antes de llegar al bar. Venía de un momento de recogimiento interior, propio de la búsqueda espiritual a la que decidí afanarme el último tiempo, con el organismo algo débil, con las defensas algo vulneradas y con las ganas de pasarlo bien, te escribí para confirmar nuestra segunda cita, si me decías que "no", probablemente haya sido un alivio, pero la curiosidad, el deseo y el desenlace del "qué podría pasar" me condujeron por Bilbao a nuestro nuevo encuentro; una cerveza y una pizza, una buena conversación, alguna risa nerviosa y coqueta, y quizás, si es que tú también lo querías, cálidos abrazos y besos callejeros, de esos que entibian la fría noche y que nos obligan a preguntarnos después de un rato, qué hacemos para capear la situación, ambos sin querer despegarnos ni despedirnos de nosotros mismos a esas alturas, con el cuerpo ebrio y las risas más audibles.
Reconozco que estaba muy cansada, reconozco que también quería verte y que a veces, las oportunidades son únicas, sabía que también querías verme y tantear las circunstancias para un desenlace inconcluso, quizás prometedor. En fin, llegaste un rato después que yo, me diste tiempo para respirar y tranquilizar mis nervios, nos saludamos e iniciamos una conversación algo neutra, tibia y esquiva; te pregunté de tus quehaceres, de lo que habías hecho desde la última vez que nos vimos, de tus proyectos y el funcionamiento cotidiano que te envolvió, nada trascendente; respondiste con tu tono particular de hombre serio, con ese mecanismo de defensa que usas para validarte frente al otro, con prestancia y ronca voz. Te escuché, te contrapregunté, la verdad, poco me interesaban los detalles, pero sabía que querías hablar de tí y quizás, mostrarme "el buen partido" que eras. (Muchas veces me da lo mismo aburrirme a ratos, sé leer las señales ajenas y puedo, sin mayores esfuerzos, hacer sentir al otro como el único centro de atención en el mundo, puedo agasajar con las palabras y miradas y así mantener la esperanza que nos unió). Como sea, seguimos conversando, me contaste asuntos que no recuerdo, nos tomamos unas cervezas, nos tomamos la mano, nos fuimos a otra cervecería, nos tomamos un par de cervezas más, ya un poco ebria, mi organismo se debilitó aún más, te pedí cobijo, nos comenzamos a besar, primero tiernamente, y luego, haciendo uso de la excusa del alcohol, con más ahínco, ganas y explosión, con destellos de la garganta, que implícitamente pidieron algo más, avanzar al siguiente paso, que es el seudo amor desnudo de dos desconocidos con ganas de unirse en un breve tránsito temporal. Me dijiste "qué hacemos", yo no quise responder, me ofreciste ir a tu casa, accedí, nos fuimos y en tu cama pude sentir la hermosa complicidad que nos juntó aquella noche, me desnudaste, te desnudé, nos besamos sin apuros, me tocaste todo el cuerpo y comenzamos a avanzar lentamente hacia un orgasmo, lo hicimos un par de veces, nos fuimos juntos, conversamos, literalmente desnudos, sobre las intimidades de tu vida, la relación de tus padres, tus proyectos, sobre tí, te escuché -ahora sí con pasión- me sentí tan yo en tu cama, contigo abrazada; me besaste la frente todas las veces que pedí y créeme que no pudo haber sido mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario