domingo, 23 de noviembre de 2014

aquella enigmática noche de martes

voy a documentar ese momento, escribiéndolo, quizás con la intención de hacerlo eterno. No planifiqué nada, para variar, me maquillé rápidamente en la luz roja antes de llegar al bar. Venía de un momento de recogimiento interior, propio de la búsqueda espiritual a la que decidí afanarme el último tiempo, con el organismo algo débil, con las defensas algo vulneradas y con las ganas de pasarlo bien, te escribí para confirmar nuestra segunda cita, si me decías que "no", probablemente haya sido un alivio, pero la curiosidad, el deseo y el desenlace del "qué podría pasar" me condujeron por Bilbao a nuestro nuevo encuentro; una cerveza y una pizza, una buena conversación, alguna risa nerviosa y coqueta, y quizás, si es que tú también lo querías, cálidos abrazos y besos callejeros, de esos que entibian la fría noche y que nos obligan a preguntarnos después de un rato, qué hacemos para capear la situación, ambos sin querer despegarnos ni despedirnos de nosotros mismos a esas alturas, con el cuerpo ebrio y las risas más audibles. 
Reconozco que estaba muy cansada, reconozco que también quería verte y que a veces, las oportunidades son únicas, sabía que también querías verme y tantear las circunstancias para un desenlace inconcluso, quizás prometedor. En fin, llegaste un rato después que yo, me diste tiempo para respirar y tranquilizar mis nervios, nos saludamos e iniciamos una conversación algo neutra, tibia y esquiva; te pregunté de tus quehaceres, de lo que habías hecho desde la última vez que nos vimos, de tus proyectos y el funcionamiento cotidiano que te envolvió, nada trascendente; respondiste con tu tono particular de hombre serio, con ese mecanismo de defensa que usas para validarte frente al otro, con prestancia y ronca voz. Te escuché, te contrapregunté, la verdad, poco me interesaban los detalles, pero sabía que querías hablar de tí y quizás, mostrarme "el buen partido" que eras. (Muchas veces me da lo mismo aburrirme a ratos, sé leer las señales ajenas y puedo, sin mayores esfuerzos, hacer sentir al otro como el único centro de atención en el mundo, puedo agasajar con las palabras y miradas y así mantener la esperanza que nos unió). Como sea, seguimos conversando, me contaste asuntos que no recuerdo, nos tomamos unas cervezas, nos tomamos la mano, nos fuimos a otra cervecería, nos tomamos un par de cervezas más, ya un poco ebria, mi organismo se debilitó aún más, te pedí cobijo, nos comenzamos a besar, primero tiernamente, y luego, haciendo uso de la excusa del alcohol, con más ahínco, ganas y explosión, con destellos de la garganta, que implícitamente pidieron algo más, avanzar al siguiente paso, que es el seudo amor desnudo de dos desconocidos con ganas de unirse en un breve tránsito temporal. Me dijiste "qué hacemos", yo no quise responder, me ofreciste ir a tu casa, accedí, nos fuimos y en tu cama pude sentir la hermosa complicidad que nos juntó aquella noche, me desnudaste, te desnudé, nos besamos sin apuros, me tocaste todo el cuerpo y comenzamos a avanzar lentamente hacia un orgasmo, lo hicimos un par de veces, nos fuimos juntos, conversamos, literalmente desnudos, sobre las intimidades de tu vida, la relación de tus padres, tus proyectos, sobre tí, te escuché -ahora sí con pasión- me sentí tan yo en tu cama, contigo abrazada; me besaste la frente todas las veces que pedí y créeme que no pudo haber sido mejor. 

las locuras que se hacen con una amiga

todo empezó, cuando estuve totalmente desecha y desencajada de mi misma, a causa de esa ruptura amorosa que marcó mis paradigmas y mis nociones constantes acerca de lo que creía y quería respecto al amor y al supuesto "príncipe azul", que lo encarnaría. En fin, admito que estuve pésimo, que me sorprende lo poco que lloré y me admiré de mi misma de lo fuerte y madura que soy para sobrellevar situaciones difíciles y estresantes que el camino me pone, sobre todo cuando son cuesta arriba y yo no tengo energías para seguir adelante; sea como sea, estoy sentada, hoy domingo, segura de mi misma, tranquila y satisfecha, porque pese a todo, he salido, en general, muy victoriosa en todos los ámbitos en los que me he involucrado este último tiempo y desde aquella vez en que me ví rehaciendo la vida sola. Me siento competente, capaz y digna de un ser tan digno como yo, ni más ni menos, no podría volver a estar con alguien a quién deba enseñar, necesito un complemento parejo, un compañero que esté en mi misma situación, que busque anidarse en mí, solo para amar, y no para completarse a sí mismo, requiero de un hombre ya hecho, un hombre bien plantado, con experiencias y con deseos de enamorarse de un par, que se acople en la misma dirección y sentido y que no tenga que validarse a sí mismo llevando las riendas de la situación y haciéndose el grande, pasándome a llevar. Si aquel personaje no existe, no tengo dramas en quedarme soltera, puesto que con toda la experiencia acumulada, sé que poseo los influjos para seducir y dejarme llevar por el placer una noche con alguien, sé que quién soy y lo que puedo lograr, por eso, no me conformaré con cualquiera. 
Pero volviendo a la intención primaria de este relato, quería plasmar la estupidez que con una buena amiga, en un momento de desesperanza y desesperación hice o más bien hicimos, o mejor dicho, ella me ayudó a hacer: escribir en una hojas envueltas en laurel, las características de mi hombre ideal (?); aquí van:

cariñoso/sencillo/educado/GCU/que viva solo/que tenga una mamá simpática -con un corazón al lado-/que tenga un buen trabajo/equilibrado en sus roles/que se proyecte conmigo/que sea generoso/que sea parecido a mí/que sea entretenido e inteligente/que le guste conversar/que le guste salir a comer/que sea receptivo y que me abra e invite a su mundo/que me ame incondicionalmente/que yo sea su prioridad -sin ser obsesivo-/que tenga mundo/que no sea celoso/que sea relajado/que me haga reír/que no sea descarado/que no se aproveche de mí/que siempre me trate bien/que se lleve bien con mi familia/que me apoye en mis proyectos/que quiera formar una familia conmigo/que sea buen papá y buen esposo/que le guste viajar/que la tenga decente/que físicamente me guste/que me guste su cara/que tenga pelitos en el pecho/que le guste lo que hace/que no sea competitivo (que su meta no sea ser el mejor)/que sea sociable/que sea empático/que me sepa contener/que no se quede pegado/que sea estable emocionalmente/que entienda lo que pasa en su entorno/que lo más importante para él sean las relaciones/que no se demore en tomar decisiones-asertivo-/que quiera lo mismo que yo.

Claramente, hay muchas que ya no me importan, porque fueron escritas desde el despecho y la negación u oposición de mi última relación. Ahora, en estos momentos, lo más importante para mí, es que sea alguien sano, que no busque poder, que no esté trancado y que crea en la pareja como un complemento y acoplamiento holístico; lo demás, ahí se verá.



miércoles, 5 de noviembre de 2014

Volver

Las grandes Alamedas ya se comenzaron a abrir para mí, lo cual me tiene sospechosamente sorprendida y alegre. Han pasado tantas cosas desde que me convertí en ese pajarillo en libertad. La verdad, había olvidado el sabor único de la soltería y el sinnúmero de licencias seudo amorosas que permite. Debería haber registrado los detalles en su momento, para no perder de vista (uuuffff, de la nada me doy cuenta del influjo que produje en mi última conquista; me acaba de vibrar el celular con un coqueto saludo de "él") todos los detalles que decoraron las diversas situaciones que enfrenté, ya sea en la cama de alguno(s), en las pistas de baile, en el texteo insinuante, en algún bar, en un restorán sofisticado de por ahí, en los asientos de mi auto o del tuyo, o qué se yo. 

Voy a partir en orden cronológico, porque quizás me sea más fácil ordenar la historia de mi "yo", autodenominado "Pilar Jones". Mi buena racha con el sexo masculino comenzó, curiosamente, el día posterior a mi "dolorido" -y cada vez menos doloroso- quiebre amoroso (no voy a redundar en ello, porque creo que ya no tiene mucho sentido rondar en mis propios imaginarios en relación a esa persona, solo diré que estoy esperando a que se diluyan y el tiempo haga lo mejor que sabe hacer: sanar). Fue inesperado, explosivo, fue la mejor estrategia -no pensada, esperada ni racionalizada- para sobrellevar las primeras horas del desarraigo, de esa especie de amputación que cuesta tanto asumir, todo comenzó con: a) mis ganas de no seguir estudiando -tenía una prueba horrorosa de Historia Social de Chile el lunes, era oral y había planificado toda la semana para leer las más de 700 páginas de estudio-, b) mis ganas de no seguir pensando en "él", c) mis ganas de no seguir llorando y d) mis ganas de olvidarme un ratito de todo. Así, comencé una rastreo rápido de mis amigas en facebook, ya eran más de las 11 de la noche, nadie conectado o más bien, nadie con quién quisiera realmente salir a ahogar mis penas, así que llamé por teléfono a una de esas amigas siempre fiel, perfecta para acompañar, conversar y abrazar, para pedirle me acompañara a tomar mi champaña de rigor. Lo gracioso, fue que ella me dice que estaba cansada, que ya era tarde y que otro día y bueno, sin dejarla terminar, le digo: "Weona, me patearon anoche; salgamos", a lo que ella me responde "Vente altiro pa acá". No esperé ningún segundo, agarro mi auto y mi botella preciada de Brut y salí rajada con la esperanza de una buena noche (sin ningún esquema preconcebido, podía terminar en bailar, conversar, llorar (tomar era obvio en mi caso)). LLegué, abrí la botella, me la debo haber tomado en menos de media hora, ya estaba curá, me alegré un rato, no entré en detalles de la ruptura, pusimos a Calamaro, conversamos un poco de la vida, yo ya estaba en la etapa de felicidad, me reía (no recuerdo de qué), y mi querida amiga, tan apañadora, me dice "Ohh! antes que se me olvide, tengo un amigo que el otro día vió unas fotos de facebook tuyas, te encontró súper linda, lo llamamos?" Yo, a ver, muestra quién es, revisé un par de fotos, puse alguna que otra cara, sí, en verdad este cabro era de lo más potable del mundo, me gustan las descripciones con etiqueta, así que era un apuesto adulto joven de 31 años, ingeniero forestal de la Cato, amante de la metodología cualitativa y estudios antropológicos, pelo largo y ruliento (según mi amiga con todo el fenotipo de vikingo -tal como me gustaban a mí, según ella-), medio ancho y con mucha musculatura, me fijé en su nariz (es un detalle que no puedo omitir) y pasó la prueba de calidad inicial. Al principio, pensé que era demasiado prematuro concertar una cita, de verdad la palabra "demasiado" se queda corta, pero como estaba curá, pensé, bueno, si él puede y nosotras podemos, y todo se conjuga para que podamos vernos ahora -considerando que eran más de la 1 am-, por qué no. Así que le dije, a ver, háblale para cachar en qué está. Por esas casualidades, estaba aburrido, solo y conectado en su departamento, así que accedió con toda liviandad y fue así, como previamente, tuvimos una conversación de conocimiento inicial, muy light, divertida y buena onda (se la voy a pedir a mi amiga para tratar de cachar qué cosas habla una media ebria con un desconocido). La cosa es que quedamos de juntarnos a las 2 en Plaza Ñuñoa a ver qué salía, el plan era tomar algo (en mi caso, seguir curándome y conversar). Llegamos allá, mi amiga manejó y yo muy entonada de copiloto, iba un poco nerviosa pensando en cómo podía empezar o terminar una cita a ciegas en mis condiciones -recién pateada, muy curada, maquillada y arreglada por mi amiga 5 minutos antes de salir y con ganas de olvidarme un poco de toda la mierda que se vendría). En fin, nos bajamos, caminamos un poco y mi amiga me dice "ahí está, es él", voy y lo saludo sonriendo, muy piola, haciéndome la tímida, entramos al The Clinic, revisamos la carta, este guachón pide un par de tragos, mi amiga un jugo de algo, yo no me acuerdo y no recuerdo mucho, solo sé que al momento que él va al baño por primera vez, mi amiga me dice "y?", yo le digo "bien, bacán", nos reímos, vuelve, mi amiga va al baño, yo converso un poco con él, nos reímos de los chistes políticos de la carta del bar, y veo cómo estamos más cerca de lo normal y a los 2 minutos estamos agarrando, (ajajaja, de acordarme me da mucha risa), seguimos dándonos un par de besos más, cuando llega mi amiga, seguimos muy pegados, de la mano y con nuestras piernas juntas, conversamos un rato más, nos echan del bar, ya era muy tarde, nos vamos y decidimos lo siguiente, irnos a la casa de este personaje, en mi auto, que nuestra amiga en común nos lleve y que para que ella pudiera devolverse le pagábamos el taxi entre todos. Era la opción más sensata, porque era evidente  que queríamos seguir juntos en lo nuestro, así que llegamos, despedimos a nuestra Celestina, subimos a su departamento y en la puerta, entre besos y respiraciones agitadas le digo "No quiero acostarme altiro", me dice que estaba bien, que no me preocupara, pero como la carne es débil, me ví en esta situación: caminar lento, en la sincronía de sus pasos y los míos, rumbo a su dormitorio, con un racimo de besos que se dispersaban por mis labios y mi cuello, hasta que logramos llegar a su cama, me empuja, caigo y al poco rato me veo empelotas, dispuesta a ser conquistada por su humanidad desnuda. Finalmente, pasó lo que tenía que pasar. Me gustó porque fue extremadamente cariñoso, porque durmió literalmente abrazado a mi cintura, porque la mañana del domingo fue distinta, porque tenía otros temas que pensar, porque el estudio sería menos trágico, porque el día estaba hermoso, porque al despedirnos quedamos de vernos nuevamente, porque me abrazó lento y por un largo rato y porque aún quedaban nuevas citas que abordar y lo más importante, porque mientras lo hacíamos, en ningún segundo pensé en mi ex...(continúa, debo seguir estudiando y debo responder el mensaje de texto de este nuevo personaje que, también, parece que tiene secuela)...