Las grandes Alamedas ya se comenzaron a abrir para mí, lo cual me tiene sospechosamente sorprendida y alegre. Han pasado tantas cosas desde que me convertí en ese pajarillo en libertad. La verdad, había olvidado el sabor único de la soltería y el sinnúmero de licencias seudo amorosas que permite. Debería haber registrado los detalles en su momento, para no perder de vista (uuuffff, de la nada me doy cuenta del influjo que produje en mi última conquista; me acaba de vibrar el celular con un coqueto saludo de "él") todos los detalles que decoraron las diversas situaciones que enfrenté, ya sea en la cama de alguno(s), en las pistas de baile, en el texteo insinuante, en algún bar, en un restorán sofisticado de por ahí, en los asientos de mi auto o del tuyo, o qué se yo.
Voy a partir en orden cronológico, porque quizás me sea más fácil ordenar la historia de mi "yo", autodenominado "Pilar Jones". Mi buena racha con el sexo masculino comenzó, curiosamente, el día posterior a mi "dolorido" -y cada vez menos doloroso- quiebre amoroso (no voy a redundar en ello, porque creo que ya no tiene mucho sentido rondar en mis propios imaginarios en relación a esa persona, solo diré que estoy esperando a que se diluyan y el tiempo haga lo mejor que sabe hacer: sanar). Fue inesperado, explosivo, fue la mejor estrategia -no pensada, esperada ni racionalizada- para sobrellevar las primeras horas del desarraigo, de esa especie de amputación que cuesta tanto asumir, todo comenzó con: a) mis ganas de no seguir estudiando -tenía una prueba horrorosa de Historia Social de Chile el lunes, era oral y había planificado toda la semana para leer las más de 700 páginas de estudio-, b) mis ganas de no seguir pensando en "él", c) mis ganas de no seguir llorando y d) mis ganas de olvidarme un ratito de todo. Así, comencé una rastreo rápido de mis amigas en facebook, ya eran más de las 11 de la noche, nadie conectado o más bien, nadie con quién quisiera realmente salir a ahogar mis penas, así que llamé por teléfono a una de esas amigas siempre fiel, perfecta para acompañar, conversar y abrazar, para pedirle me acompañara a tomar mi champaña de rigor. Lo gracioso, fue que ella me dice que estaba cansada, que ya era tarde y que otro día y bueno, sin dejarla terminar, le digo: "Weona, me patearon anoche; salgamos", a lo que ella me responde "Vente altiro pa acá". No esperé ningún segundo, agarro mi auto y mi botella preciada de Brut y salí rajada con la esperanza de una buena noche (sin ningún esquema preconcebido, podía terminar en bailar, conversar, llorar (tomar era obvio en mi caso)). LLegué, abrí la botella, me la debo haber tomado en menos de media hora, ya estaba curá, me alegré un rato, no entré en detalles de la ruptura, pusimos a Calamaro, conversamos un poco de la vida, yo ya estaba en la etapa de felicidad, me reía (no recuerdo de qué), y mi querida amiga, tan apañadora, me dice "Ohh! antes que se me olvide, tengo un amigo que el otro día vió unas fotos de facebook tuyas, te encontró súper linda, lo llamamos?" Yo, a ver, muestra quién es, revisé un par de fotos, puse alguna que otra cara, sí, en verdad este cabro era de lo más potable del mundo, me gustan las descripciones con etiqueta, así que era un apuesto adulto joven de 31 años, ingeniero forestal de la Cato, amante de la metodología cualitativa y estudios antropológicos, pelo largo y ruliento (según mi amiga con todo el fenotipo de vikingo -tal como me gustaban a mí, según ella-), medio ancho y con mucha musculatura, me fijé en su nariz (es un detalle que no puedo omitir) y pasó la prueba de calidad inicial. Al principio, pensé que era demasiado prematuro concertar una cita, de verdad la palabra "demasiado" se queda corta, pero como estaba curá, pensé, bueno, si él puede y nosotras podemos, y todo se conjuga para que podamos vernos ahora -considerando que eran más de la 1 am-, por qué no. Así que le dije, a ver, háblale para cachar en qué está. Por esas casualidades, estaba aburrido, solo y conectado en su departamento, así que accedió con toda liviandad y fue así, como previamente, tuvimos una conversación de conocimiento inicial, muy light, divertida y buena onda (se la voy a pedir a mi amiga para tratar de cachar qué cosas habla una media ebria con un desconocido). La cosa es que quedamos de juntarnos a las 2 en Plaza Ñuñoa a ver qué salía, el plan era tomar algo (en mi caso, seguir curándome y conversar). Llegamos allá, mi amiga manejó y yo muy entonada de copiloto, iba un poco nerviosa pensando en cómo podía empezar o terminar una cita a ciegas en mis condiciones -recién pateada, muy curada, maquillada y arreglada por mi amiga 5 minutos antes de salir y con ganas de olvidarme un poco de toda la mierda que se vendría). En fin, nos bajamos, caminamos un poco y mi amiga me dice "ahí está, es él", voy y lo saludo sonriendo, muy piola, haciéndome la tímida, entramos al The Clinic, revisamos la carta, este guachón pide un par de tragos, mi amiga un jugo de algo, yo no me acuerdo y no recuerdo mucho, solo sé que al momento que él va al baño por primera vez, mi amiga me dice "y?", yo le digo "bien, bacán", nos reímos, vuelve, mi amiga va al baño, yo converso un poco con él, nos reímos de los chistes políticos de la carta del bar, y veo cómo estamos más cerca de lo normal y a los 2 minutos estamos agarrando, (ajajaja, de acordarme me da mucha risa), seguimos dándonos un par de besos más, cuando llega mi amiga, seguimos muy pegados, de la mano y con nuestras piernas juntas, conversamos un rato más, nos echan del bar, ya era muy tarde, nos vamos y decidimos lo siguiente, irnos a la casa de este personaje, en mi auto, que nuestra amiga en común nos lleve y que para que ella pudiera devolverse le pagábamos el taxi entre todos. Era la opción más sensata, porque era evidente que queríamos seguir juntos en lo nuestro, así que llegamos, despedimos a nuestra Celestina, subimos a su departamento y en la puerta, entre besos y respiraciones agitadas le digo "No quiero acostarme altiro", me dice que estaba bien, que no me preocupara, pero como la carne es débil, me ví en esta situación: caminar lento, en la sincronía de sus pasos y los míos, rumbo a su dormitorio, con un racimo de besos que se dispersaban por mis labios y mi cuello, hasta que logramos llegar a su cama, me empuja, caigo y al poco rato me veo empelotas, dispuesta a ser conquistada por su humanidad desnuda. Finalmente, pasó lo que tenía que pasar. Me gustó porque fue extremadamente cariñoso, porque durmió literalmente abrazado a mi cintura, porque la mañana del domingo fue distinta, porque tenía otros temas que pensar, porque el estudio sería menos trágico, porque el día estaba hermoso, porque al despedirnos quedamos de vernos nuevamente, porque me abrazó lento y por un largo rato y porque aún quedaban nuevas citas que abordar y lo más importante, porque mientras lo hacíamos, en ningún segundo pensé en mi ex...(continúa, debo seguir estudiando y debo responder el mensaje de texto de este nuevo personaje que, también, parece que tiene secuela)...