voy a escribir de tí, porque es una manera creativa de erradicarte.
Cuando te conocí, de esa manera casual, extraña y divertida (muy anecdótica y digna de ser contada a nuestro nietos que no fueron), desplegaste tus formas, de manera coherente, mostrándome precisamente, lo que yo nunca quise o esperaba de un "gran hombre". Desde el minuto uno, vislumbré algo de esa arrogancia, que era más bien, una manera de calmar tu timidez e inexperiencia con las mujeres. No me importó, porque la novedad era mucho más llamativa, al fin, dentro de mi ceguera temporal, observaba a un alguien que me miró y que me atraía mucho físicamente; raro, porque más allá de una altura fuera de la norma, no había mucho más. No había testosterona a raudales, no había simpatía espontánea, no había caballerosidad, no había temas sociales ni culturales, no había experiencias extraordinarias, no había verborrea entretenida...solo me dejé llevar, creo que lo hice, porque llevaba a cuestas una relación monótona, de más de tres años, con alguien que no quería que me acompañara más, alguien algo violento, cambiante, quizás resentido, poco empoderante y poco agraciado; entonces, me dejé llevar por este caudal de novedad, por este misterioso hombre que se atrevió a llamar el mismo día que pidió el teléfono, y quién, pensé, podría darme grandes cosas a mis tiernos 22 años. Y bueno, arriesgué y me las jugué por seguir dilucidando a este nuevo personaje que me acompañaría por más de (nuevo) tres años, la verdad, no pensé que la relación, que en un principio parecía infantil y románticamente tierna, fuera de la intensidad que me marcó. Espontáneamente digo que lo sigo queriendo, porque lo amé de verdad, lo amé desde el fondo, profundamente, con todo lo que más puedas entregar, solo porque sí, solo por dar, amé desde el corazón, por primera vez. Y no sé, probablemente, no lo merecía, porque era un niño, como con cinco años de retraso cronológico, inmerso en una familia altamente disfuncional y con unos ejemplos parentales horribles, pero no me importaba, porque había algo inexplicable en mí, fuera de toda racionalidad, que me hacía quererlo cada vez, quizás cada vez más, con mayor fuerza. El primer año fue increíble, lo pasamos increíble, de hecho, reconozco que ha sido la primera vez -y espero que no la última- que lloré de una cálida emoción al hacer el amor con él, cada vez que me penetró en esas instancias, me sentí tan llena, tan en paz y en sintonía con la vida, que lloré, exploté de amor, de plenitud. Sí, al final, había descubierto al hombre con quién quise envejecer, y eso se repitió algunas veces más, de manera esporádica, pero cada vez que me pasaba, lo tomaba como una muestra reafirmante de mi amor por él, de que cada vez estábamos más consolidados, más compenetrados y más dispuestos a jugárnoslas el uno por el otro. En fin, como dije, reconozco que fui inmensamente feliz, es más, creo que se me notaba en la forma en que me desenvolvía con mi entorno, en mi gestos recurrentes, en mis discursos, en la seguridad con que planteaba que había encontrado a quién sentía -en ese momento- como el "amor de mi vida" (?).
Y bueno, no tengo muchos más detalles de los años venideros en su particularidad, probablemente, el segundo año también fue precioso, yo creo que sí, como todas las relaciones, ya no hacíamos tanto el amor, ni había cosquilleos al encontrarnos, pero de lo que sí estoy segura es que el paso de tiempo, se empezó, lentamente a convertir en una cuenta regresiva, desde mi perspectiva, cada vez quedaba menos para poder empezar a "vivir", a concretar tantos proyectos mentales que ideé para nosotros. Fueron tiempos más imaginativos que terrenales, la verdad, ignoré concientemente la gran cantidad de evidencia que me decía que tú no querías proyectar ni compartir mis ensoñaciones (como por ejemplo, vivir juntos, cocinar juntos, largas noches de tertulia en ese pequeño hogar en construcción, fines de semana de amor intenso, las conversaciones más serias que tendríamos acerca de ser padres, los viajes que planificaríamos para relajarnos de los detalles mundanos, algunas extravagancias que idearía para sorprenderte a la vuelta del trabajo, jugar a la "mujer florero" de vez en cuando; en fin, vivir y darte amor a raudales, soñarte conmigo en la vida), y creo, finalmente, que este fue el gran estorbo de nuestra unión, de hecho, la pena que sentí cuando tu rechazo salió como un hedor desde tus labios, la sentí realmente como una estocada en el pecho, sentí ese nudo en la garganta que se apretó hasta arder y que culminaron, en una especie de desidia y de fingida indiferencia por esa especie de expectativas contigo, además de sentirme "estúpida" por pretender algo de esa envergadura contigo o con cualquier hombre. De hecho, hoy, cuando ya no hay ninguna consideración entre nosotros, tengo la tensión envolvente respecto a creer que alguien alguna vez quiera emprender un proyecto de ese tipo conmigo; por ende, he abortado cualquiera referencia a este tema sensible, negando, lo que creo, es parte de mi autorrealización. Y bueno, tratando de volver al hilo, este tema incómodo me y nos jugó una mala pasada, hubo un quiebre dolorosísimo entre medio, que creo nunca pude superar, y luego lo volvimos a intentar, pensando que esta vez sí que sí, que dejaría el imaginario anterior, tratando de practicar algunas premisas budistas respecto a la impernanencia y desapego que no pude del todo, pero pensando, que esta vez lo lograríamos, como que el camino ya estaba más cimentado, con menos ansiedad, pero avanzando hacia ese futuro lleno de colores, historias por armar...hasta que, un día cualquiera, el menos pensado, el más inesperado, vuelves a repetir tu patrón de despedida, transformándote en ese témpano de resolución que ya había odiado hace un año, en caretas, en excusas ordinarias que te hicieron irreconocible. Y en fin, aquí estoy, pensando, en que has sido el hombre que más he querido, a quién más me he entregado y a quién algunas noches le dedico ciertas horas para pensar en el olvido total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario