Fue una noche de placer, me entregué de verdad a tí, a sentirte en mi piel, arriba de mi cuerpo, respirando en mi boca. No me importaba lo ético, lo deseable, el deber ser. Fue un segundo irreconciliable con el ser kantiano que me inundaba, y allí preferí quedarme abrazada, desnuda junto a ti. Segura y confiada de lo que estaba haciendo, con la certeza de que no me arrepentiría de nada al amanecer. Y así fue y aquí estoy pensando en que me diste un "no sé qué" que me motivó a ser más yo, a dejar esa falsa rectitud, a sentirme bonita y simple sin ataduras frente al mundo. Sé que contigo no llegaría a ningún lado. Si tú y yo fuéramos distintos podríamos amarnos todo el día, día y noche, todos los días y todas las noches. Solo quiero que no te enojes si me entrego por segunda vez y luego huyo. Estoy dispuesta a amarte, donde quieras, a hacer el amor, a besarte y sentirte, pero no me pidas que me quede, no me pidas que permanezca y no permitas que luego sea yo quién te odie; tan solo por hoy te quiero (y esto es ligero). No sé qué piensas tú, quizás si me ves como un regalo podría hacer que fueras feliz; mezcla de las más pura y sana locura y a la vez, con la máxima cordura te digo que sería un bien para los dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario