lunes, 23 de septiembre de 2013

¿te atreves a volver a ser feliz conmigo?

Creo que nunca había sentido mi vida tan ajetreada y movediza como el último tiempo. Qué sensación más devastadora e impotente. Mis diálogos interiores se contradicen y tengo tantas pulsiones internas que pugnan por lanzarse por caminos dicotomizantes que siento estar viviendo una cárcel dentro de mí. La siento, me apretan el pecho y las ganas, no disfruto mi propia presencia. Ya nada me parece interesante, la única premisa con la que me encuentro es que no tengo proyectos y eso, también, poco a poco, ha dejado de interesarme. En esta transición, que debería estar viviendo intensamente para sacarle el mejor provecho y salir airosa de tanta prueba física, mental, amorosa y espiritual, se ha convertido en una angustia constante. Si bien, trato de fingir y pretender con el resto que estoy bien, sé que el alcohol, la noche, los besos fortuitos, las contingencia agradable del presente que muere en la misma pista de baile, son una trampa maravillosa que me tranquiliza de vez en cuando, en esos momentos siento que soy yo, y que no tengo que develar mi futuro de manera racional y que tanta energía y palabras de odio contenida pueden explotar, explotar y quedar dispersas en el aire para marcharse al olvido. Pero, a la vez, se me ponderan como una evasión, lo sé, sé que las busco para evitar estar aquí viviendo una realidad que no pedí, que no estoy disfrutando hace un par de meses y que no sé hacia dónde encauzarla para encontrar un final feliz. Y bueno, aquí es donde llegas tú. Te esperé, lo reconozco, puedo decir que mi deseo se hizo verdad y que, llegaste, nunca me olvidaste y propusiste tímidamente un reencuentro. Lo acepté, con miedo lo acepté y gracias a ello, me he visto siendo la mujer mediocre con miedo a sufrir de nuevo el desamor que tanto me ha pasado. Con esa falsa cara de indiferencia y frialdad he intentado llevar a cuestas este barco que cada día se hunde un poco más y al que, nuevamente, me veo un poco sola, luchando para que no encalle y que nuestra historia, ahora sí, sea un pedazo de vida que queda atrás y muere sin que nadie la recuerde, que, después de tanto esfuerzo, seamos nada. Eso, quizás, eso me atormenta. He pensando mucho, en estos momentos, creo que no soy yo, y que ser coherente con la persona que quiero llegar a ser, es un desafío enorme que no sé si pueda lograr prontamente. Aún así, me doy cuenta, y pienso que también me he comportado como un ermitaño contigo, que cada vez que me hablas te respondo enojada, porque, creo, me duele que me hayas dejado, que fueras, más que nada, un témpano de resolución, y que si ya tuviste la vehemencia para dejarme absorta en mi pena sin importarte, puedas hacerlo una y otra vez, todas las veces que sea necesario y yo no sea esa mujer relevante y significativa que siempre quise ser a tu lado. ¿Crees que aún estamos a tiempo para volver a ser feliz conmigo?